sábado, 15 de noviembre de 2008

Prácticas Docentes


El ideal para cualquier institución de orden público es vivir al día, como ocurre con la Naturaleza. Gandhi.


Hablar sobre nuestras “prácticas docentes” implica retroceder en el tiempo y ver como fuimos cambiando a lo largo de los años de ejercicio de la docencia… y cuanto cambió ésta desde que nosotros recibíamos educación de nuestras maestras… ¡imagínense que diferente sería la realidad para una docente de hace 70 años atrás! Esto viene a colación por un diálogo que tuve con mi padre…

Ante el inminente inicio del ciclo lectivo hace algunos años, viendo todo el movimiento gremial y siendo yo docente... mi padre me preguntó si se iniciarían las clases... Ante mi duda comentó como para sí: - Me pregunto si alguna escuela de este país llevará alguna vez el nombre de esas personas que aparecen en la televisión y que dicen ser “docentes...” -dijo- mientras doblaba el diario y ahondando en sus recuerdos continuó: “Te voy a contar algo: Cuando yo comencé segundo grado (tendría entonces 7 u 8 años) vivíamos en el campo y para que pudiera ir a la escuela mis padres me mandaron en “pensión” a la casa de una tía... Imagínate el desarraigo de un chico hace casi setenta años atrás, poco acostumbrado a salir y mucho menos a estar lejos de su familia, pero la ilusión por “estudiar” era enorme y la decisión de mis padres de que me instruyera inflexible, inmigrante él tenía la certeza que la educación y la cultura abrirían muchísimas puertas, así que con muchísimo entusiasmo con mi hermano fuimos al colegio y mi maestra era: “doña Otilia”... (lo remarco porque precisamente una institución educativa de Jovita se llama precisamente: “OTILIA F. DE TOVAGLIARI”) A pocos días de iniciar las clases ellas nos pidió que trajésemos un libro (cualquiera - dijo) para poder leer...

Yo tenía un libro de mi hermano (no me olvido… tenía tapas rojas y estaba bastante usado) pero feliz lo llevé ya que cumplía con su solicitud y al llegar al aula pidió que pasara a leer, apenas había comenzado cuando el viejo libro se me deshojó y cayó ruidosamente en el suelo...
Ante la mirada atónita de todos me puse a llorar y la “señorita” les ordenó suavemente a los demás alumnos ¡vayan al recreo, chicos! y a mí me tomó en sus brazos y consolándome dijo:
-No te preocupes, que cuando llegues a tu casa, tu mamá te lo va a arreglar...
-Es que mi mamá, no vive acá y mi tía no me lo va a poder arreglar... -le dije entre sollozos.
-Entonces esta tarde, vení a mi casa que lo vamos a arreglar –me respondió.

A la hora estipulada, estaba yo con el puñado de hojas y las tapas de aquel libro, ella me hizo pasar… tomó las hojas acomodándolas una a una y mientras conversaba conmigo cosió con aguja e hilo todas las hojas, hizo un “engrudo” con un poco de harina y agua (ya que en aquel tiempo no había otro adhesivo) y cuidadosamente pegó la tapa...

-Eso nunca lo voy a olvidar -me dijo mi “viejo”… mientras él hacía su relato yo no pude evitar imaginarlo con esos ojitos grandes que había visto en una foto de su infancia y en la puerta de aquella casa en la que vivía su maestra diciéndole: ¿Cómo se lo puedo pagar?
-No hay nada que pagar –me dijo que ella le contestó - porque yo soy tu segunda mamá...

Cuando terminó de contarme... tanto mis ojos como los de él estaban inundados de lágrimas y pensé: ¿Cuál sería el incentivo de las docentes de aquella época? ¿Pensarían igual que la gente de nuestra generación? ¿El trabajo de ser “segunda mamá” y a su vez maestra estaría muy bien remunerado? Hay varias frases muy antiguas que remiten a la remuneración docente: “Más hambre que maestro de escuela…” se decía o el típico: “Ser docente es un apostolado” ¡cuántas veces lo hemos escuchado! y realmente que feliz puede ser uno cuando lo ejerce esta extraordinaria tarea con el corazón… ¡Será que ese es mi caso! Elegí la docencia y no me arrepiento… muchos de mis logros personales están íntimamente relacionados con esta maravillosa profesión… ¡muchas veces he caído… he cometido errores… me he desanimado… me han criticado!! Pero mil veces he logrado levantarme y volver a caminar… siento que hay tanto por enseñar pero infinitamente mucho por aprender… cada día… cada “clase”

Es por eso que no entiendo esas mamás que dicen: ¡Si la “nena” no estudia… que sea que MAESTRA! Y a mí el corazón se me llena de tristeza… puede ser algunos descubran luego que la docencia es una hermosa labor y se sientan plenamente realizados, satisfechos de su tarea pero otros docentes, aquellos que estudiaron “porque no les quedaba otra…” son los que van para “cumplir” sin pensar que en sus manos tienen un tesoro… hojitas en blanco que ayudamos a que se transformen en un libro único… ¡¡niños!! Quizás tus hijos… tal vez los míos…

Cada institución educativa guarda miles de experiencias… en la “mía”… la que adopté cuando vine a Serrano, en la que tuve el placer de crecer, desenvolverme, madurar, de ejercer mis prácticas pedagógicas… podríamos contar miles…

Éramos un grupo de docentes con pocos años de experiencia pero con muchísimos deseos de progresar… Adelia (maestra y directora por aquel entonces, con unos 20 años más que nosotras era la guía y un poco la “mamá” de todas nosotras, ya que muchas veces debía frenar tanto entusiasmo) Teníamos cada una un puñadito de alumnos que se repartían en cuatro aulas… ¡¡todo un desafío!!

Era una escuela urbana pero con características de las rurales… Uníamos grados porque “el número no daba” para tener las 7 divisiones… Nuestra institución, enclavada frente a la plaza principal, única oferta mixta en una localidad pujante, pero con una historia muy fuerte y tradiciones arraigadas… Tenía en ese entonces dos colegios (uno de niñas y otro de varones) que nacieron por la voluntad y el deseo de sus fundadores de que hubiera instrucción en este punto del sur de Córdoba… ante estas ofertas educativas nuestra escuela provincial (antiguamente llamada “fiscal”) no parecía tener mucho futuro… ¡es mucho para Serrano tres colegios primarios!- comentaban gente de otras localidades.

No nos podíamos conformar y buscamos la manera… ¡hasta campañas hicimos para que la gente conociera nuestro accionar y nos eligiera como “¡¡el colegio de sus hijos!!" Las “prácticas docentes” fueron cambiando... con los años fuimos adaptándonos a las nuevas teorías o las diferentes exigencias de las políticas educativas de turno… fuimos aprendiendo… progresando… equivocándonos a veces ¿Por qué no? Pero siempre con la vista fija en el tratar de “BRINDAR LO MEJOR”.

Y todo fue mejorando… poco a poco… con los años… y con el incremento en la matrícula se fueron agregando docentes… y más aulas… y el nivel inicial y ¡¡maestros de ramos especiales!! Nos parecía correr tras una quimera… creíamos en ocasiones que era una utopía y fue una realidad…

Aquella escuela de tercera categoría es hoy una de PRIMERA… Logramos triplicar el número de alumnos que teníamos hace 20 años atrás… porque la gente nos escuchó, nos observó y creyó en nuestra institución… hoy es tan grande el apoyo que percibimos que no podemos menos que sentirnos satisfechos y orgullosos de lo vivido en “el Sarmiento” (así se llama nuestro “Centro Educativo: DOMINGO F. SARMIENTO”).

Y volviendo a la narración de mi padre… cuando trascribí en un papel lo que él me había contado me dijo muy emocionado… “No sólo eso… después de arreglar el libro me sirvió una “leche” con masitas…” Ante este tiempo regalado a alguien que aún después de siete décadas se acuerda de una acción realizada me queda una reflexión: No estoy de acuerdo con una educación asistencialista… que se gloríe con tener niños bien alimentados, bien vestidos y cuidados, deseo una formación que les de a nuestros alumnos las armas y las herramientas para salir con confianza a este mundo cambiante y lleno de controversias… que podamos desde nuestro rol docente contagiar el deseo de aprender… de mejorar… de no bajar los brazos… de amar lo que se tiene… de unirse para alcanzar los objetivos… de trabajar junto a otros aunque ellos sean infinitamente opuestos a uno… enseñarles a descubrir que “buena gente” es aquel que lucha, y como dijera Mario Benedetti: “posee sentido de la justicia, es fiel y persistente, esa gente que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata, es la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica, es esa gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor y que con su energía contagia, es la gente que puede regalar sonrisas, ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio…”

Ojalá en nuestras prácticas docentes hayamos podido tocar esa fibra íntima de cada uno de nuestros alumnos al despertar en ellos la necesidad del conocimiento…

Liliana María Martini
Centro Educativo Domingo Faustino Sarmiento
Serrano (Pcia. de Córdoba).



Pd: Gracias a mi querida amiga Liliana por enviarme este hermoso texto lleno de verdad y vida. Gracias por permitirme publicarlo. Gracias por tu colaboración con este espacio. Gracias por sumarte a la realización de este sueño: "El Don del Servicio".

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